La santarroseña derrotó este viernes a la puertorriqueña Belinda Laracuente por KO en el séptimo asalto y conservó exitosamente el título AMB superligero en el club Estudiantes.
La santarroseña Mónica Acosta conservó este viernes de manera exitosa su título mundial superligero de la Asociación Mundial de Boxeo al derrotar por KOT 7 a la puertorriqueña Belinda Laracuente, en su reencuentro con el público pampeano, en el gimnasio del Club Estudiantes de Santa Rosa. Al cabo del sexto asalto del rincón de la boricua radicada en Miami voló la toalla.
Acosta, con esta victoria, elevó su récord a 19-0-2 y conservó la corona por octava ocasión. Su adversaria quedó con marca de 26-28-3.
La campeona, entrenada por su marido, Roberto David Arrieta, realizó su segunda pelea vinculada a OR Promotions. Venía de derrotar de muy buena manera a Darys Pardo, justamente la colombiana ante quien conquistó el título vacante el 19 de junio de 2009 en un duelo muy cerrado en Villegas.
Acosta fue demasiado. O, a decir verdad, Laracuente fue demasiado poco. El mérito de la actual reina radica en su determinación de salir a buscar el pleito desde el campanazo inicial.
Atrás parece haber quedado, y en buena hora, esa boxeadora a la que había que darle cuerda para que después de los tres primeros asaltos despierte y saque lo mejor suyo. Parece hacer entendido el rol de una campeona y sobre todo de local. Mandar desde que suena el gong, adueñarse del centro del ring y jabear, golpear abajo y repetir arriba.
Laracuente se paró en el ring con su cara solo maquillada de vaselina. Buen estilo, buenos desplazamientos, pero nada más. No fue capaz de lanzar una derecha -al menos para saber si su mano pesaba- para inquietar. Apenas un voleado de izquierda y algún que otro jab aislado.
Acosta, con la mirada puesta en la presa, quiso lanzarse ferozmente para dejar su marca. Una derecha en punta, en el primer asalto, y un buen uppercut fueron suficientes.
La cuestión, después de esos dos primeros minutos, fue jugar. Golpear, entrar en la corta distancia -donde más le gusta a la pampeana- y cruzarse. Sin miedos. Mónica tuvo el control y la confianza hasta cuando se subió al ring.
Pasaron el segundo, el tercero, el cuarto y en el quinto La Gata ya se exhibió como en un teatro en el que fue primera figura. Laracuente fue acumulando el desgaste a la zona baja y empezó a mirar con reiteración a su rincón.
En el sexto Acosta golpeó como y cuando quiso. Se desplazó hacia los costados, visteó, pegó y lastimó a una indefensa adversaria que solo esperó rápido el vuelo de la tela blanca que decretara su abandono de la contienda.
Acosta ganó y está bien. Encontró poca oposición, casi nula, y la victoria ahora parece tener solo gusto a entrenamiento intenso. Pero vale para seguir reinando a nivel mundial, que no es poco, y pensar en cosas más serias, de esas que vuelvan a ponerla a prueba ante rivales que den la talla que una campeona ecuménica merece.
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